Uno de los primeros domingos del inicio del año que transcurre, mi tranquilidad y descanso se vieron turbados por la presencia en mi hogar de dos nerviosas y llorosas damas que me suplicaban encarecidamente que le preguntara a ORUNMILA la decisición a tomar, en cuanto tenían una hermana ingresada entubada en terapia intensiva en estado agonizante y los médicos las conminaban a tomar la difícil y dolorosa decisión de retirarle a la enferma el aparato de respiración artificial; me vi de repente frente a una delicada situación en la que se me hacía el traslado de tan comprometedora decisión. Científicamente desentubarla significaba su muerte segura, mantenerle el aparato respiratorio se entendia por los médicos asistentes que se prolongaba una situación que técnicamente se consideraba que la paciente era una muerta en vida. Este acontecimiento me hizo recordar momentos similares anteriores que me indicaban la enorme responsabilidad que se asume cuando un religioso efectúa una consulta a cualquier ser humano; es ahí que se percive claramente que se tiene en las manos la vida o la muerte de una persona y con el temor corriendo por las venas, se está obligado a asumir una decisión de vida o muerte con la responsabilidad que ésta requiere en la que de equivocarse se tendrá que rendirle cuentas a Olofin, Olodumare, a Orula y sabe Dios a quíenes más.
Este acontecer debe de estar sujeto a análisis por todo aquel que se decida a emprender un camino de sacerdocio religioso y pensar que el determinar aconsejar decisiones tan drásticas puede acarrearle muy desagradables y hasta peligrosas consecuencias, y qué son de carácter ineludibles.
Se debe pensar muy seriamente decidir el difícil, duro y trascedental camino de sacerdote de una religión como ésta que tiene entre sus principios éticos: LA ORIENTACIÓN Y EL CONSEJO a la Humanidad y en especial al necesitado.
Con todo lo anteriormente dicho hay qué sentarse a meditar seriamente si se tiene entre otro factores más el valor de enfrentar tales decisiones con las responsabilidades que éstas conllevan, por eso no es el simple hecho de querer ser Tata o Santero o Babalawo, ser alguna de éstas posturas religiosas entrañan entereza, valor, humildad, devoción, amor al prójimo, sacrificio, ayuda al necesitado y otras actitudes y condiciones que son las que lo enmarcan como un verdadero sacerdote y no un platanero como existen muchos por ahí.
Queremos destacar que ser un verdadero religioso no es nada fácil porqué entraña una verdadera devoción.
Al lector le habrá asaltado la curiosidad de saber como enfrente la complicada problemática; pues decidí consultar a la enferma y Orula me afirmó que ésa decisión no le correspondía, porque al tomar la familia la decisión de llevarla al médico, no habían consultado previamente con él; ante tal respuesta les comuniqué a las damas lo que Orunmila me decía y que por lo tanto no era Orunla ni ellas quienes confiando en los conocimientos de los galenos les otorgaron las autorizaciones en sus decisiones por lo cual tenían que ser ellos los que tenían que asumir la responsabilidad al respecto mucho más cuando fueran ellos los que decidieron colocarle el aparato de oxígeno.
Con ésta situación queda en evidencia: que si la familia hubiera recurrido a Orula, desde un comienzo, nuestra responsabilidad sería muy alta, la cual tendríamos que afrontar.
Adalberto Herrera Alfonso
Omo Odun Oturatiyu
Awo ni Orunmila
CI:V15148773